Los Infames
Por Ricardo Canaletti 14 de junio de 2011 6:34
(la historia de la banda Puccio)
En el sótano de la casona hicieron construir, a un costo de 100.000 dólares, un calabozo de hormigón. Sórdido, inmundo, era también el reflejo del fétido espíritu de su dueño. La clandestina instalación vino a solucionar un serio problema que era el haber convertido el propio baño principal del primer piso del chalet en el lugar de encierro de las víctimas. La casa estaba ocupada, como cae de maduro, por canallas del más degradado pelaje, que se dedicaban a capturar a conocidos o amigos para matarlos antes o después de pedir rescate, daba igual. Esto hubiese sido imposible de lograr (¡y lo lograron muchas veces!) si no asumían ante los demás el papel de vecinos comunes y corrientes. La casa de los infames Puccio quedaba en la calle Martín y Omar 544, esquina 25 de Mayo, San Isidro. Hoy ahí hay una imprenta.
Arquímedes Rafael Puccio y la profesora de contabilidad y matemáticas Epifanía Ángeles Calvo tuvieron cinco hijos; Alejandro, Silvia, Daniel (alias Maguila), Guillermo y Adriana. Arquímedes era un hombre bajo, rollizo, calvo y desagradable. Los vecinos le decían “el loco” por su manía de barrer la vereda a toda hora, la vereda suya y la de enfrente. También lo llamaban “Cu-Cu” porque sacaba la cabeza a cada rato para ver qué pasaba. Se parecía a Bernardo, el asistente mudo de El Zorro de la serie de tevé. Había nacido en 1929 en San Telmo. Hombre de misa de once todos los domingos en la Catedral de San Isidro, a metros de la casona.
De grande se recibió de contador. Simpatizó con los ultranacionalistas del grupo terrorista Tacuara. Vinculado siempre a la derecha peronista, fue funcionario de la Cancillería. De ahí lo echaron a patadas acusado de contrabandear por valija diplomática 250 pistolas italianas. Fue secretario de Deportes de la Municipalidad de Buenos Aires hasta 1973 cuando lo acusaron de secuestrar a un ejecutivo de Bonafide por el que se pagó un rescate de un millón de dólares. Puccio zafó por falta de pruebas. Poco después comenzó a frecuentar el Ministerio de Bienestar Social de José López Rega.
Sus tres hijos jugaron al rugby. Alejandro (alias Alex) fue estrella del Club Atlético San Isidro (CASI) y hasta jugó en Los Pumas. De sus amistades surgió la primera victima, Ricardo Manoukián, de 24 años, secuestrado el 22 de julio de 1982 al mediodía y llevado en una camioneta manejada por Daniel. A Ricardo lo metieron en el baño principal de la casa, al lado de los dormitorios. Ahí estuvo atado de pies y manos, arrodillado, durante 11 días. Pagaron un rescate de 250.000 dólares por su libertad pero lo mataron de tres tiros y lo tiraron en un arroyo de Benavidez. Al ingeniero industrial Eduardo Aulet, de 25 años, que jugaba al rugby con Alejandro, lo capturaron el 5 de mayo de 1983 en Barrio Norte. Pagaron 150.000 dólares de rescate. Cuatro años después hallaron su cadáver en General Rodríguez. Emilio Naum, de 38 años, era conocido del jefe del clan. Arquímedes le hizo señas para que detuviera el auto el 22 de julio de 1984. Le pegaron un tiro en el pecho ahí mismo.
La cuarta víctima fue Nélida Bollini de Prado, una mujer de 58 años cuya familia tenía una concesionaria de autos. La atraparon el 23 de julio de 1985 (como se ve, un secuestro por año). Estuvo en el sótano de hormigón durante 33 días, atada con una cadena al tobillo. Pero este caso fue el fin de los infames Puccio. La Policía detuvo a Arquímedes, a Daniel y a Guillermo Fernández Taborda, un amigo, cerca de la cancha de Huracán cuando iban a cobrar el rescate. En la casona de San Isidro apresaron a Alejandro, que festejaba de antemano la llegada de plata fresca. La noticia de los arrestos y el descubrimiento de sus atrocidades fueron sensacionales. Los compañeros de Alejandro en el CASI lo respaldaron a muerte. Su defensa los primeros tiempos fue ejercida por abogados que eran también socios del club, como Esteban Vergara y Florencio Varela, legendario jugador del CASI, Secretario del Menor en el gobierno ilegal de Juan Carlos Onganía.
A Arquímedes y a Alejandro los condenaron a perpetua. A Daniel, alias Maguila, le dieron 13 años pero como estaba excarcelado, escapó. La sospecha más firme es que se fue a Brasil. No lo pudieron localizar jamás. A Fernández Taborda, que confesó haberles disparado a Naum y a Manoukián, le dieron perpetua también. Victoriano Franco, teniente coronel retirado, otro integrante de la organización, recibió la misma pena. Le había dado su propia arma a Fernández Taborda para que mate a Naum. Franco murió en prisión a los 84 años. Perpetua fue la pena para Roberto Oscar Díaz. Confesó haber matado a Aulet y entregado a Nélida Bollini de Prado. Gustavo Contepomi ingresó al clan Puccio porque era amante de una mujer emparentada con Aulet y pensaron llegar a éste por su intermedio. Contepomi murió en prisión a los 70 años. Finalmente, a Herculeano Vilca, el albañil que construyó la cárcel del sótano, le dieron 10 años de cárcel.
El 8 de noviembre de 1985, cuando llevaban a Alejandro esposado a la espalda al despacho del juez Héctor Grieben, se tiró desde el segundo piso del palacio de los tribunales. Sufrió gravísimas heridas pero sobrevivió. Intentó luego suicidarse ahorcándose con una sabana en su celda. No lo logró. En enero de 1989 se tragó hojas de afeitar y tampoco pudo terminar con su vida. Organizó junto con Sergio Schoklender el centro universitario del penal de Villa Devoto. Obtuvo una polémica libertad condicional en 1997 repudiada por los familiares de sus víctimas. Se la revocaron y volvió a prisión. En 2008 murió a causa de las consecuencias de aquella caída de 1985. Tenía 49 años.
El jefe del grupo, Arquímedes, estuvo 23 años preso. Salió libre el mismo año que murió Alejandro. Se había recibido de abogado en prisión y se estableció en La Pampa, porque en La Pampa queda la última prisión donde estuvo. No se arrepintió de nada y lo dijo a los cuatro vientos, es decir que fue un infame toda su vida. Se comparó con Nelson Mandela porque consideró que él también fue un preso político. Aseguró ahora que se siente feliz.
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