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domingo, 30 de agosto de 2015
Eduardo Aulet
EL CLAN PUCCIO: ROGELIA POZZI, VIUDA DE UN EMPRESARIO ASESINADO
Sería terrible cruzarme en la calle con Arquímedes Puccio
Cuando tenía 24 años y pocos meses de casada, la banda de los Puccio secuestró a su marido, el empresario Eduardo Aulet. Aunque pagó el rescate exigido por Arquímedes Puccio, igual lo mataron.
Por CAROLINA BRUNSTEIN. Especial para Clarín.
Espero que ni Alejandro ni Arquímedes Puccio salgan de la cárcel, porque es allí donde deben estar quienes cometieron crímenes tan aberrantes como secuestrar y asesinar. Rogelia Pozzi habla con firmeza. Tenía 24 años cuando el clan Puccio secuestró y mató a su esposo, el ingeniero Eduardo Aulet, en 1983. Su cuerpo recién fue encontrado en 1987.Dice que, pese a todo, trata de reírse siempre porque no le gusta andar con cara de amargada.En la charla con Clarín, en su estudio de abogada, se arregla el pelo, castaño y corto, antes de posar para las fotos. Se me van a ver las arrugas, bromea. Y asegura: Pude reconstruir mi vida, volví a casarme, tuve dos hijos. Pero no me olvidé.-¿Qué piensa del pedido de Arquímedes Puccio de terminar su condena bajo arresto domiciliario? -No me parece justo que este hombre camine por la calle. Aunque tenga 70 años, creo que no debe gozar de ese beneficio, porque está sano. Me parecería terrible cruzarme con él por la calle. La sociedad entera quiere verlos en la cárcel.Las últimas noticias sobre el clan Puccio reavivan recuerdos que para Pozzi no resultan agradables. Pero seguir hablando de esto es un modo de que nadie se olvide, dice.-¿Cómo fue el secuestro? -Eduardo desapareció el 5 de mayo de 1983. Se lo llevaron a las 8 de la mañana, cuando iba en auto por Libertador y Austria. El paró porque le hizo señas Gustavo Contepomi, un conocido de su familia. ¿Cómo iba a imaginar que era un secuestro? Lo cambiaron de auto y lo llevaron hasta la casa de los Puccio en San Isidro. Según algunos testimonios, fue Alejandro Puccio el que les abrió la puerta.-¿De qué forma se enteraron del secuestro? -Ese día, a las 11 de la mañana, llamaron a la oficina del padre de Eduardo (un empresario metalúrgico). Después supimos que el que llamaba era Arquímedes.-¿Cómo fue esa comunicación? -El hombre dijo que se trataba de un secuestro. Dijo dónde estaba nuestro auto, y dio otros datos para que supiéramos que realmente lo tenían encerrado. Y que iban a soltarlo cuando pagáramos el rescate. Al principio pidieron US$ 350.000. Después fueron bajando la cantidad, a 200.000. Finalmente, quedó en 100.000. Era una transacción, como si se tratara de comprar una casa. Pero era una vida.-¿Cómo fueron esos días? -Terribles. Todo el tiempo pensás que no puede ser verdad, que es un sueño y te vas a despertar. Era una situación muy rara. Nos pasábamos todo el tiempo en la oficina del padre de Eduardo, donde recibimos las primeras llamadas. Después empezaron a llamar a mi casa.-¿Llamaban muchas veces? -Los primeros días, hasta que se acordó el monto del rescate, llamaban como cinco o seis veces por día. Estábamos pendientes del llamado del secuestrador, porque en esas situaciones es lo único que te une a la otra persona.-¿Cómo eran esas conversaciones? -Eran insólitas. A veces duraban 40 ó 50 minutos. Arquímedes me decía, por ejemplo, que a mi esposo le gustaba México, y otras cosas que se notaba que le había contado Eduardo. Llamaba a medianoche y hablaba mucho, de cualquier cosa. Tenía una voz muy particular, que me quedó marcada a fuego.-¿Pudieron hablar con Eduardo? -Nunca, pero nos llegaban cartas escritas por él, con una letra muy nerviosa. Se notaba que le decían lo que tenía que poner, porque escribía frases que él nunca usaba.Eduardo Aulet jugaba al rugby en el San Isidro Club y, según declaraciones de algunos integrantes del clan, alguna vez se había cruzado con Alejandro Puccio, quien jugaba en el Club Atlético San Isidro. Estábamos recién recibidos -él era ingeniero industrial-, nos habíamos casado hacía pocos meses. Teníamos muchos proyectos, que quedaron truncos porque él tuvo la mala suerte de tener un papá con plata, se enoja Pozzi.-¿No hicieron la denuncia? -No, porque teníamos miedo de que lo mataran. En esos momentos, te aliás a quien no debés, al delincuente. Lo primero que tendríamos que haber hecho era llamar a la Policía, pero recién lo hicimos después de pagar el rescate, cuando Eduardo no apareció.-¿Qué pasó con el pago del rescate? -Fue el 15 de mayo, diez días después del secuestro. El papá de Eduardo consiguió la plata. Ellos habían armado todo un sistema de postas, que yo tenía que seguir, en auto. Me acompañaba mi papá. Les teníamos que llevar el dinero en una bolsa, que dejamos cerca de las vías de un tren en Lanús, después de recorrer toda la ciudad durante dos horas y pico. Durante el recorrido pudimos ver a Alejandro Puccio, a Roberto Díaz y a Guillermo Fernández Laborda. Y mi papá vio a Arquímedes cuando levantaba la bolsa con el dinero.-¿Qué pasó después? -Nos quedamos en el lugar convenido más de una hora, esperando que Eduardo apareciera. Y volvimos a casa con un dolor profundo. Ahí hicimos la denuncia. Cuando Arquímedes volvió a llamar y me dijo que habían tenido un problema, que Eduardo estaba bien y que lo iban a entregar, yo le aseguré que iba a hacer de todo para que se pudriera en la cárcel. Y ahora voy a seguir luchando para que cumplan sus condenas. Seré como una tortura para los Puccio.
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