viernes, 18 de septiembre de 2015

EL CLAN PUCCIO: “Arquímedes era un psicópata, pero toda la familia estaba enferma”

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MARIA ROMILDA SERVINI DE CUBRIA es la jueza que investigó y descubrió a la macabra familia y sus cómplices, autores probados de secuestros y asesinatos. La muerte del jefe de la banda, Arquímedes Puccio, a los 84 años en La Pampa, revivió el caso. Aquí cuenta cómo fue la investigación, y revela detalles de un horror que terminó cuando encontraron con vida, el 23 de agosto de 1985, a Nélida Bollini de Prado, que había sido raptada y sobrevivió 32 días en el sótano de la tétrica casa de San Isidro.

Los Puccio en pleno: Alejandro (rugbier que llegó a jugar en Los Pumas), Silvia y Daniel (alias Maguila, hoy prófugo), Guillermo (ajeno al delito), Epifanía, Arquímedes y Adriana.

Eran las siete y media de la tarde del viernes 23 de agosto. Arquímedes Puccio, su hijo Daniel (alias Maguila) y Guillermo Fernández Laborda fueron a hablar por teléfono a una estación de servicio. Iban a arreglar el pago del rescate de Nélida Bollini de Prado, una señora de 58 años que había sido secuestrada 32 días antes.Daba la casualidad de que afuera de la estación había un auto de la policía, con gente que tenía cubiertos los teléfonos públicos. Y ahí los detienen. `Los tenemos, doctora. Tenemos a los tres detenidos´, me dicen, y agregan que en la casa estaban Alejandro y la novia”, me avisan.

La doctora María Romilda Servini de Cubría, hoy jueza del fuero electoral, recuerda cómo se reveló una de las más sórdidas historias del crimen en nuestro país: el desmantelamiento del Clan Puccio, banda que ella desbarató en 1985 y formaban, además, el mencionado Alejandro Puccio (rugbier y jugador del CASI y Los Pumas, que murió a los 49 años), el coronel Rodolfo Victoriano Franco, Roberto Díaz, Gustavo Contepomi y el albañil Herculeano Vilca.

Se comprobó que habían secuestrado y asesinado a Ricardo Manoukian –de 24 años, raptado el 22 de julio de 1982, por quien se pagó un rescate de 500 mil dólares–; Eduardo Aulet –25, secuestrado el 5 de mayo de 1983, por quien se pagaron 100 mil dólares y cuyo cadáver apareció en 1987; y matado a Emilio Naum –38 años, dueño de la firma de ropa McTaylor– al no poder raptarlo. Bollini de Prado –dueña de una concesionaria de autos– iba a ser una víctima más... Sigue Servini: “Me pasaron a buscar y fuimos a la casa, en la esquina de Martín y Omar y 25 de Mayo, San Isidro. La policía entró con violencia: no sabían qué podía pasar y la sorpresa era fundamental. A los cinco minutos me dicen: ‘Baje, doctora’. Vi un patio grande, piezas que daban a ese patio. A la señora Bollini de Prado la habían subido del sótano. Estaba sentada, porque no podía caminar. Le dije que iba a pedir un médico, pero ella no quería porque estaba sucia. Claro, imagínese 32 días en un sótano, pobrecita”.

Adentro de la casa, además de Alejandro Puccio estaban su novia, Mónica Sürvick, su madre, Epifanía Angeles Calvo, y sus hermanas, Silvia Inés –entonces de 25 años– y Adriana, que tenía apenas 14 años. Los Puccio tenían otro hijo, Guillermo, que vivía en el Sur.

LA ULTIMA MUERTE. Pasaron 28 años desde entonces, y el recuerdo de ese horror regresó con la muerte del jefe del clan, el 3 de mayo de 2013, a los 84 años, en General Pico, La Pampa, adonde vivía después de su libertad –aunque fue condenado a cadena perpetua–, tras estar veinte años preso.

Arquímedes fue enterrado en una fosa común, ya que ni una sobrina ni su ex mujer quisieron recibir el cadáver. Servini de Cubría dice: “Fue el caso que más me impactó en mi vida. Entonces yo era jueza nacional de Menores. Me llegó porque subrogaba al juzgado adonde entró el secuestro de Bollini de Prado, que estaba vacante”.

–¿Cómo era el modus operandi de la banda?
–Estaba formada en una sociedad anónima, de la que no recuerdo el nombre, y tenía a su nombre la casa. La formaban Arquímedes Puccio, Fernández Laborda, el coronel Franco, los hijos de Puccio, y como síndico, el contador Revuelta, al que nunca se le probó haber estado en la banda y que nunca sufrió detención. Además era contador de los Gotelli, uno de los cuales también había sido secuestrado.

–¿Por los Puccio?
–Mire, adentro del escritorio de Puccio había demasiada documentación. Por ejemplo, detalles de postas o cartas a familias de otras personas, que daban la impresión de que había estado secuestrado ahí. Al principio a mí me parecía que ésa era una cárcel del pueblo, para secuestros.

–¿Puccio alquilaba el lugar a otros secuestradores?
–Claro. Porque había postas, indicaciones para el pago, de otros. Era mucha la documentación. Todo lo escribía y lo guardaba. Se bajaron los casos que podían coincidir. Le pregunté a Gotelli y me negó haber sufrido un secuestro. Pero era claro que por lo menos lo habían planeado. Llamamos al ingeniero Lanusse, también secuestrado y que tuvo que pagar rescate. Lo llevamos a reconocer el lugar y dijo que no. Pero coincidían cosas. Por ejemplo, que escuchaba pasar un tren, que al lado había un baño azul. Entonces, esos casos los descartamos.

–Ustedes tenían el caso de Bollini de Prado. ¿Cómo llegaron a Manoukian, Aulet y Naum?
–A Manoukian y Aulet, porque eran amigos de Alejandro, jugaban al rugby. Y con las cartas que se mandaban entre ellos, unimos los datos. Yo llamé a Aulet padre para escuchar las conversaciones telefónicas que teníamos, y casi se descompone, porque era la misma voz que lo llamaba, la de Arquímedes. En el caso Naum había una testigo que vio cómo un hombre alto, grandote, con un pulóver marrón con una raya beige, quería sacar a una persona de un auto tirándole de las piernas. En las fotos, adelante del auto de Naum quedó un Ford Falcon gris. Entonces no lo asocié. Pero era el Falcon de Puccio. Y cuando lo detuvimos, Fernández Laborda, que lo mató de un disparo ahí mismo, tenía el mismo pulóver que describió la testigo.

–Mencionó unas cartas...
–Las que se mandaban Arquímedes y sus hijos con Daniel, que estaba en Australia y luego volvió para unirse a la banda. Me impresioné mucho con eso.

LETRAS DE SANGRE. Vale la pena detener la charla jueza y leer algunos párrafos de las misivas a Daniel Puccio. Carta del 3/6/82 de Silvia Puccio: “A papá le están yendo las cosas muy bien; pronto habrá nuevas perspectivas para todos, pero hay que hacerlas bien y saber esperar”.

Carta de 17/8/82 de Arquímedes Puccio: “El amigo Vilca hizo la mampara, logrando que el rincón se transformara en una oficina respetable... Ahora se hará todo más fácil, teniendo infraestructura y pesos disponibles”.

Carta del 24/8/82 de su amigo Hernán Ponce: “Tu viejo estuvo preguntando precios en una casa de antigüedades, para saber cuánto le saldría un juego de esas ‘bolas con cadenas’ que se usaban en la Edad Media para sujetar esclavos”.

Carta del 29/3/83 de Arquímedes Puccio: “Consideré que podríamos elegir un ramo más importante que el de rotisería... Tengo una pequeña reserva en dólares, situación que me permite maniobrar mientras estoy encargando ‘otro negocio’ que considero ‘saldrá perfectamente bien’”.

ATRAPADOS EN LIBERTAD. A Servini aún la impresiona lo que halló. “El sótano estaba preparado con hormigón armado. Tenía un mueble grande, con una puerta simulada y se llegaba estaba la cama. Había un tacho como inodoro, la radio siempre encendida, y afuera un fardo con un ventilador para que los secuestrados pensaran que estaban en el campo. Arquímedes salía a las tres, cuatro de la madrugada, a barrer la vereda. En la esquina, arriba de la rotisería que tenían, vivía Alejandro. Sólo su casa era lujosa, como una fachada para los amigos del CASI”.

–¿Por qué la mujer y la hija mayor no fueron presas?
–La mujer sí estuvo detenida y procesada. A los dos años recuperó la libertad, por decisión de la Cámara del Crimen. Había distintos criterios. Por la misma Cámara salió Maguila, que hoy está prófugo. De Silvia no teníamos pruebas. Sí sabíamos que tenía un taller de cerámica con una monja. Un día me puse a charlar con la monja y le pregunté: “¿Silvia bajaba al sótano?”. “Sí”, me respondió. Pero la declaración oficial fue recién al día siguiente. Se le hizo la misma pregunta y dijo que no. Eso la salvó. La única de la familia ajena a los secuestros era la nena de 14 años.

–¿Quién fue Arquímedes Puccio?
–Un psicópata. Y los Puccio eran una familia enferma.


Por Hugo Martin. Fotos: Alejandro Carra y archivo Atlántida.





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