La serie de Amazon reivindica la música clásica con un drama lleno de humor, un reparto insuperable y dejándote con ganas de tocar el oboe

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«Mozart in the jungle» es una serie maravillosa. Para qué andarse con melindrosos rodeos introductorios. Me falta separar el adjetivo con guiones y decirlo imitando a Sara Montiel. Tampoco es que sea una obra maestra (aunque tenga planos secuencia), sólo un placer. Incluso ahora que Ursula K. Leguin acusa a Amazon de usar su dominación de mercado para controlar lo que se escribe y lee, me apunto a que me dicte qué ver también. Porque «Mozart in the jungle» es de Amazon. Como «Transparent». Pero si esta no se me ocurriría recomendársela a todo el mundo, la otra sí. Está inspirada en «Mozart in the jungle: sex, drugs & classical music», las memorias de la oboísta Blair Tindall. Si Anthony Bourdain sacaba las tripas de las cocinas en «Kitchen confidential» y Gelsey Kirkland desvelaba el mundo del ballet en «Dancing on my grave», Tindall lo hace con una orquesta sinfónica y con la vida de los músicos en Nueva York, que también sobreviven buscándose trabajos en Broadway o tomando drogas para poder tocar (en la serie el dealer es el timbalero).
La historia parte de la contratación de un nuevo y revolucionario director de orquesta (Rodrigo/Gael García Bernal) para sustituir al viejo maestro (Thomas/Malcolm McDowell). Y en medio está Haley (Lola Kirke), joven oboísta tratando de abrirse camino. La estrella latina de la batuta está inspirada en Gustavo Dudamel, director musical de la Filarmónica de Los Ángeles, como Jason Schwartzman y Roman Coppola, creadores de la serie, han reconocido. Rodrigo tiene raíces latinas, condujo la Scala de Milán a los 23 (el venezolano a los 25) y se supone que ha dirigido con éxito una orquesta escandinava (Dudamel lo hizo con la Sinfónica de Gotemburgo). También ganó a los doce años un concurso. En la ficción, Thomas estaba en el jurado (se lamenta de haberlo hecho en lugar de haberse ido a ver al Real Madrid).
La primera temporada de la serie, que emite Canal + y está disponible en Yomvi, tiene diez episodios de media hora que se ven en un suspiro. Música, amor, búsqueda de financiación, señoras benefactoras, la presión por conseguir audiencias jóvenes, reivindicaciones sindicales, drogas, drama, comedia y un reparto extraordinario. Gael García Bernal parece nacido para ese papel. De Malcom McDowell poco hay que decir. Lola Kirke (Hailey), que es hermana de Jemima Kirke, la Jessa de «Girls», Saffron Burrow (Cynthia, la violonchelista), Debra Monk (la veterana oboísta) y Hanna Dunne (Lizzie, la amiga de Hailey) están brillantes. Como regalo freak, en el capítulo cuarto tenemos la sorpresa de aparezca Margaret Ladd como mujer de Thomas (Margaret Ladd es la Emma Channing de «Falcon Crest»). Pero el gran atractivo está en la grandísima Bernardette Peters. Vale, tengo que confesar que no soy objetiva, que es la única artista a la que he esperado al salir del teatro en Broadway (después de «Annie get your gun»). A la intérprete de «Pennies from heaven» (1981), la película de Herbert Ross basada en la obra de Dennis Potter y en la serie británica, la vemos de vez en cuando en la televisión, desde «Anatomía de Grey» a «Smash». En «Mozart... » hace de presidenta de la orquesta. Tiene que bregar con la estrella de la batuta, con el maestro de toda la vida y con las viejas millonarias a las que pide dinero.
Jason Schwartzman, que aparece en la serie como periodista, tuvo la idea leyendo una crítica del libro de Tindall y llamó a su primo Roman Coppola y a Paul Weitz para desarrollar la historia. Coppola quiso vendérsela a HBO, cuando Schwartzman protagonizaba «Bored to Death». El hijo de Francis contó a «Rolling Stone»que de pronto la cadena hizo «Girls» y su serie quedó en un rincón, así que acabaron en Amazon. Dieron una vuelta a las memorias de Tindall, trasladaron toda la acción a la actualidad y se centraron en lo que un famoso director de orquesta les dijo (la música clásica en Nueva York lleva muerta 30 años). Rodrigo llega para salvarla.
Puede que Gael García Bernal no sepa coger un violín, que un día (en la peor escena de toda la serie) hable con Mozart, que se reproduzcan clichés, que a veces esto parezca «El diablo viste de Prada». Puede. Pero pongo la mano sin tendinitis en el violonchelo por el gran placer televisivo que es «Mozart in the jungle».
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